sábado, 25 de junio de 2011

CORPUS CHRISTI


1.- LA EUCARISTÍA. En ella el Señor se quedó. Fue la última aparición. No la contaron los apóstoles pero, a buen seguro, que vivieron con ella la presencia real y conmovedora de Jesucristo.

2.- EL AMOR. Si Dios ofrece a Jesús, con todo su Cuerpo y su Sangre, es para que también nosotros aprendamos aquello de “amor con amor se paga”. El Corpus nos llama e incita a la solidaridad, a la caridad.

3.- EL TESTIMONIO. Quién participa en un banquete suculento no se queda indiferente. Lo recuerda y lo pregona. En el día del Corpus, el Manjar Eucarístico, lo llevamos allá donde normalmente se desenvuelve la vida de las personas. Hay dar razón y muestras de que, Jesús, está vivo.

4.- LA PAZ. La que nos dejó Jesús. La que viene como consecuencia del perdón, de la comprensión y de la humildad. La paz de Cristo, en el día del Corpus, es aquella que se conquista ofreciendo lo mejor de nosotros mismos. La parte más bonita o aquella que más nos cuesta ofrecer.

5.- LA COMUNIÓN. La buena armonía que existió entre el Padre y el Hijo, se manifiesta especialmente en el sacramento eucarístico. Y, cuando nosotros lo comulgamos, nos comprometemos también a ser signo de reconciliación, de apertura, de amor. El amor de Dios, busca nuestra unión.

6.- LA ALEGRÍA. El buen amigo, Jesús, busca a sus amigos. Y los busca porque pretende su salvación, una salida digna y gozosa a su vida. El Corpus nos invita a la fiesta, a sentirnos acompañados y peregrinos con Jesús de Nazaret

7.- LA CUSTODIA. No podemos abarcar todo el Misterio Sacramental. Y, al Señor, lo colocamos en custodia de metal. Pero, no lo olvidemos, el Señor quiere caminar con nosotros; quiere exponerse con nosotros; con nuestras palabras y obras podemos ser las mejores custodias con las que llevar al Señor al mundo.

8.- LA ALABANZA. Alabamos al Señor porque, sólo El, es digno de ser adorado. Porque, aunque sabemos que nuestras alabanzas no le enriquecen, disfruta con nuestras expresiones de cariño. Con nuestras muestras de religiosidad popular.

9.- EL CAMINO. Nuestra vida es una peregrinación. En el día del Corpus, con el Señor por delante, ponemos nuestros ojos en la eternidad. Anunciamos su muerte, proclamamos su resurrección hasta que El vuelva.

10.- LA ORACIÓN. El día del Corpus nos invita a la oración, al silencio, a la contemplación. Tenemos que amar al que mucho nos ama. El AMOR DE LOS AMORES camina lentamente por nuestras calles y plazas y, lo hace, porque quiere recuperarnos para Dios

domingo, 19 de junio de 2011

SANTO JOSÉ CAFASSO (1811 – 1860)



Director de Seminario


José Cafasso nació en Castelnuovo d’ Asti en 1811. Hijo de pequeños terratenientes, fue el tercero de cuatro hijos, de los cuales la última, Mariana, sería la madre de Beato Padre José Allamano. Desde que era muchacho, la familia y todo el pueblo lo estimaban como un santito Cursó sus estudios teológicos en el seminario de Chieri y en 1833 fue ordenado sacerdote. Cuatro meses más tarde se estableció en el "Convitto Ecclesiastico", para perfeccionar su formación sacerdotal y pastoral. Permanecerá allí por toda su vida, llegando a ser el Rector.

Director espiritual


En el Convitto se respirada la espiritualidad de San Ignacio de Loyola y las orientaciones pastorales y teológicas de San Alfonso Maria de Ligorio. Se cuidaba la enseñanza con gran atención y se trataba de formar buenos confesores y predicadores capaces. José estudió y profundizó a San Francisco de Sales que luego trasmitirá especialmente a un estudiante: Juan Bosco. Cafasso, su director espiritual entre 1841 y 1860, contribuyó a formar y orinetar la personalidad y la espiritualidad de Don Bosco. Fue típica de su enseñanza la valoración del deber diario como un camino hacia la santidad. Como también atestiguó el fundador de los Salesianos: "la extraordinaria virtud de Cafasso fue la de practicar constantemente y con fidelidad maravillosa las virtudes ordinarias”.

Apóstol de los pobres


Siempre atento a las necesidades de los últimos, visitaba y apoyaba a los más pobres, aún economicamente, llevándoles el consuelo proveniente de su ministerio sacerdotal. Su apostolado también consistía en el acompañamiento espiritual a los encarcelados y aquellos condenados a muerte, a tal punto que era definido como el sacerdote de los presos. Prudente y reservado, maestro de espíritu, fue director espiritual de sacerdotes, laicos, políticos, fundadores.

Perla del clero italiano


Pío XI lo definió la perla del clero italiano. Padre Cafasso sostuvo  aún materialmente a Don Bosco y a la congregación salesiana desde sus inicios. Después de una breve enfermedad murió el 23 de junio de 1860, cuando tenía apenas 49 años. Fue beatificado en 1925 y canonizado por Pío XII en 1947, quien lo reconoció como un “modelo de vida sacerdotal, padre de los pobres, consuelo de los enfermos, alivio de los prisioneros, salvador de los condenados al patíbulo”. El mismo Papa, en su encíclica Menti Nostrae del 23 de septiembre de 1950, lo propuso como un modelo de sacerdote.

sábado, 11 de junio de 2011

Pentecostés

Origen de la fiesta



Los judíos celebraban una fiesta para dar gracias por las cosechas, 50 días después de la pascua. De ahí viene el nombre de Pentecostés. Luego, el sentido de la celebración cambió por el dar gracias por la Ley entregada a Moisés.

En esta fiesta recordaban el día en que Moisés subió al Monte Sinaí y recibió las tablas de la Ley y le enseñó al pueblo de Israel lo que Dios quería de ellos. Celebraban así, la alianza del Antiguo Testamento que el pueblo estableció con Dios: ellos se comprometieron a vivir según sus mandamientos y Dios se comprometió a estar con ellos siempre.

La gente venía de muchos lugares al Templo de Jerusalén, a celebrar la fiesta de Pentecostés.

En el marco de esta fiesta judía es donde surge nuestra fiesta cristiana de Pentecostés.



La Promesa del Espíritu Santo

Durante la Última Cena, Jesús les promete a sus apóstoles: “Mi Padre os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre: el espíritu de Verdad” (San Juan 14, 16-17).


Más adelante les dice: “Les he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes; pero el Abogado, El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todo y traerá a la memoria todo lo que yo les he dicho.” (San Juan 14, 25-26).


Al terminar la cena, les vuelve a hacer la misma promesa: “Les conviene que yo me vaya, pues al irme vendrá el Abogado,... muchas cosas tengo todavía que decirles, pero no se las diré ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, os guiará hasta la verdad completa,... y os comunicará las cosas que están por venir” (San Juan 16, 7-14).

En el calendario del Año Litúrgico, después de la fiesta de la Ascensión, a los cincuenta días de la Resurrección de Jesús, celebramos la fiesta de Pentecostés.

Explicación de la fiesta:

Después de la Ascensión de Jesús, se encontraban reunidos los apóstoles con la Madre de Jesús. Era el día de la fiesta de Pentecostés. Tenían miedo de salir a predicar. Repentinamente, se escuchó un fuerte viento y pequeñas lenguas de fuego se posaron sobre cada uno de ellos.

Quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas desconocidas.

En esos días, había muchos extranjeros y visitantes en Jerusalén, que venían de todas partes del mundo a celebrar la fiesta de Pentecostés judía. Cada uno oía hablar a los apóstoles en su propio idioma y entendían a la perfección lo que ellos hablaban.

Todos ellos, desde ese día, ya no tuvieron miedo y salieron a predicar a todo el mundo las enseñanzas de Jesús. El Espíritu Santo les dio fuerzas para la gran misión que tenían que cumplir: Llevar la palabra de Jesús a todas las naciones, y bautizar a todos los hombres en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Es este día cuando comenzó a existir la Iglesia como tal.



¿Quién es el Espírtu Santo?


El Espíritu Santo es Dios, es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia nos enseña que el Espíritu Santo es el amor que existe entre el Padre y el Hijo. Este amor es tan grande y tan perfecto que forma una tercera persona. El Espíritu Santo llena nuestras almas en el Bautismo y después, de manera perfecta, en la Confirmación. Con el amor divino de Dios dentro de nosotros, somos capaces de amar a Dios y al prójimo. El Espíritu Santo nos ayuda a cumplir nuestro compromiso de vida con Jesús.


Señales del Espíritu Santo:


El viento, el fuego, la paloma.
Estos símbolos nos revelan los poderes que el Espíritu Santo nos da: El viento es una fuerza invisible pero real. Así es el Espíritu Santo. El fuego es un elemento que limpia. Por ejemplo, se prende fuego al terreno para quitarle las malas hierbas y poder sembrar buenas semillas. En los laboratorios médicos para purificar a los instrumentos se les prende fuego.

El Espíritu Santo es una fuerza invisible y poderosa que habita en nosotros y nos purifica de nuestro egoísmo para dejar paso al amor.


Nombres del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo ha recibido varios nombres a lo largo del nuevo Testamento: el Espíritu de verdad, el Abogado, el Paráclito, el Consolador, el Santificador.

Misión del Espíritu Santo:

El Espíritu Santo es santificador: Para que el Espíritu Santo logre cumplir con su función, necesitamos entregarnos totalmente a Él y dejarnos conducir dócilmente por sus inspiraciones para que pueda perfeccionarnos y crecer todos los días en la santidad.


El Espíritu Santo mora en nosotros: En San Juan 14, 16, encontramos la siguiente frase: “Yo rogaré al Padre y les dará otro abogado que estará con ustedes para siempre”. También, en I Corintios 3. 16 dice: “¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en ustedes?”. Es por esta razón que debemos respetar nuestro cuerpo y nuestra alma. Está en nosotros para obrar porque es “dador de vida” y es el amor. Esta aceptación está condicionada a nuestra aceptación y libre colaboración. Si nos entregamos a su acción amorosa y santificadora, hará maravillas en nosotros.


El Espíritu Santo ora en nosotros: Necesitamos de un gran silencio interior y de una profunda pobreza espiritual para pedir que ore en nosotros el Espíritu Santo. Dejar que Dios ore en nosotros siendo dóciles al Espíritu. Dios interviene para bien de los que le aman.

El Espíritu Santo nos lleva a la verdad plena, nos fortalece para que podamos ser testigos del Señor, nos muestra la maravillosa riqueza del mensaje cristiano, nos llena de amor, de paz, de gozo, de fe y de creciente esperanza.

El Espíritu Santo y la Iglesia:

Desde la fundación de la Iglesia el día de Pentecostés, el Espíritu Santo es quien la construye, anima y santifica, le da vida y unidad y la enriquece con sus dones.

El Espíritu Santo sigue trabajando en la Iglesia de muchas maneras distintas, inspirando, motivando e impulsando a los cristianos, en forma individual o como Iglesia entera, al proclamar la Buena Nueva de Jesús.

Por ejemplo, puede inspirar al Papa a dar un mensaje importante a la humanidad; inspirar al obispo de una diócesis para promover un apostolado; etc.


El Espíritu Santo asiste especialmente al representante de Cristo en la Tierra, el Papa, para que guíe rectamente a la Iglesia y cumpla su labor de pastor del rebaño de Jesucristo.

El Espíritu Santo construye, santifica y da vida y unidad a la Iglesia.

El Espíritu Santo tiene el poder de animarnos y santificarnos y lograr en nosotros actos que, por nosotros, no realizaríamos. Esto lo hace a través de sus siete dones.

Los siete dones del Espíritu Santo:

Estos dones son regalos de Dios y sólo con nuestro esfuerzo no podemos hacer que crezcan o se desarrollen. Necesitan de la acción directa del Espíritu Santo para poder actuar con ellos.


SABIDURÍA: Nos permite entender, experimentar y saborear las cosas divinas, para poder juzgarlas rectamente.

ENTENDIMIENTO: Por él, nuestra inteligencia se hace apta para entender intuitivamente las verdades reveladas y las naturales de acuerdo al fin sobrenatural que tienen. Nos ayuda a entender el por qué de las cosas que nos manda Dios.


CIENCIA: Hace capaz a nuestra inteligencia de juzgar rectamente las cosas creadas de acuerdo con su fin sobrenatural. Nos ayuda a pensar bien y a entender con fe las cosas del mundo.


CONSEJO: Permite que el alma intuya rectamente lo que debe de hacer en una circunstancia determinada. Nos ayuda a ser buenos consejeros de los demás, guiándolos por el camino del bien.

FORTALEZA: Fortalece al alma para practicar toda clase de virtudes heroicas con invencible confianza en superar los mayores peligros o dificultades que puedan surgir. Nos ayuda a no caer en las tentaciones que nos ponga el demonio.


PIEDAD: Es un regalo que le da Dios al alma para ayudarle a amar a Dios como Padre y a los hombres como hermanos, ayudándolos y respetándolos.


TEMOR DE DIOS: Le da al alma la docilidad para apartarse del pecado por temor a disgustar a Dios que es su supremo bien. Nos ayuda a respetar a Dios, a darle su lugar como la persona más importante y buena del mundo, a nunca decir nada contra Él.


Oración al Espíritu Santo

Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor; envía Señor tu Espíritu Creador y se renovará la faz de la tierra.

OH Dios, que quisiste ilustrar los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos que, guiados por este mismo Espíritu, obremos rectamente y gocemos de tu consuelo.

Por Jesucristo, nuestro Señor

Amén.
















lunes, 6 de junio de 2011

MENSAJES DE EL RECTOR MAYOR EN EL BOLETÍN SALESIANO


Bienaventurado ARTÉMIDES ZATTI (1880-1951)
¡Con Don Bosco de cualquier forma!
La vocación de  un Salesiano Coadjutor
Los Zatti son una humilde familia de campesinos que deciden abandonar su pueblo, Boretto en Italia, para buscar mejor suerte y huir de la pelagra. La emigración a Argentina, cuando Artémides tiene 15 años, es una consecuencia necesaria de la pobreza.