viernes, 6 de enero de 2012

La Epifanía.





Epifanía quiere decir manifestación. En este caso manifestación de Dios. Ya en el Antiguo Testamento se habla de manifestaciones de Dios, es decir, de epifanías. Sin duda que la más grande fue a Moisés en el Monte Sinaí, entre rayos, truenos y relámpagos (Ex. 19, 6 ss.). Pero no menos importante fue la acaecida a Elías, en el suave murmullo del viento (I Re 19, 12b-13).

En el Nuevo Testamento o Nueva Alianza hay una teofanía singular en la Transfiguración de Jesús en el Monte Tabor (Mt. 17, 1-5), cuando sus vestidos resplandecían de luz y su rostro brillaba como el sol. 
Sin duda significaba el nuevo y definitivo Moisés que, haciendo Alianza con Dios, nos conduce a la verdadera Tierra de la libertad, a la Resurrección y la Vida.

Testigos de esta Transfiguración fueron Pedro, Santiago y Juan, por el Nuevo Testamento, y por el Antiguo Testamento Moisés (la Ley) y Elías (los Profetas) que se aparecieron con Jesús (¿resucitados?).

¿Qué es, entonces, esta Solemnidad de la Epifanía que se celebra el 6 de enero, en pleno tiempo de Navidad y antes de él concluir este Tiempo al domingo siguiente con la Fiesta del Bautismo del Señor?

Popularmente quedó como la Fiesta de los Reyes Magos, como una manifestación de Jesús a pueblos que no lo conocían ni habían sentido hablar de Él.

Pero vayamos por partes.

Qué se celebra en la Epifanía.

Si bien ha tomado preponderancia popular lo que señalábamos antes, en este día se celebran tres acontecimientos o manifestaciones de Jesús, que están hermosamente señaladas en las 
antífonas de los Cánticos Evangélicos de Laudes (oración de la mañana) y Vísperas (oración de la tarde).

1. La manifestación a sus discípulos.

El primero de ellos es la manifestación de Jesús al círculo íntimo de sus discípulos.
Fue en las Bodas de Caná, cuando fue invitado con su Madre y sus discípulos, y ante el pedido de aquella, cambia el agua en el mejor vino (ya que estaba faltando), (signo del cambio de la Antigua Alianza por la Nueva),y la Escritura dice que entonces sus discípulos creyeron en Él” (Jn. 2, 11).

De una simple relación de amistad o de maestro a discípulos, éstos pasan a ver en Jesús algo más, manifestado en el signo que acaba de realizar.

2. La manifestación al Pueblo de Israel.

El segundo acontecimiento que se celebra en este día es la manifestación de Jesús al Pueblo de Israel en su Bautismo.

Tan cargada de acontecimientos está esta Solemnidad de Epifanía, que el Bautismo del Señor se lo celebra también separadamente al domingo siguiente, culminando así el Tiempo de Navidad y comenzando el Tiempo Ordinario al otro día.

Si vamos al texto de Mateo 3, 16-17, contemplamos que cuando Jesús es bautizado por Juan (solidarizándose con la raza humana y santificando con su descenso a las aguas todo el universo), varios signos lo acompañan.

Desde el cielo desciende una paloma, signo del Pueblo de Israel, corporización del Espíritu Santo (Mt. 3, 16c), que lo unge para la misión de la vida pública.

También una paloma soltó Noé en el final del Diluvio para ver si las aguas habían bajado (Génesis 8, 8-12), hasta que se posó en Tierra Firme para no regresar.

Ahora regresa sobre la Nueva Tierra del Cuerpo limpio del Señor, libre de las aguas borrascosas del pecado.

Los cielos cerrados a nuestros primeros padres (Génesis 4, 23-24) se abren (Mt. 3, 16b), y la voz del Padre (Mt. 3, 17) da testimonio de que Jesús de Nazareth es su Hijo muy amado, igual a Él, a Quien debemos escuchar para ser hijos en el Hijo:

Ahora por nuestro Bautismo (sumergirnos en Cristo) recibimos el Espíritu Santo que nos hace hijos amados del Padre Celestial.

Es de notar, a manera de ilustración, como el Padre profesa su amor a su Hijo, signo de que toda paternidad debe manifestar su amor explícitamente a los hijos que engendra para la vida, y decírselo.

Y así con todos los que queremos, dando testimonio de ese amor aún ante los otros.

3. La manifestación a todos los hombres.

Los Magos venidos de oriente significan la más amplia manifestación de Jesús. 

No ya a sus discípulos, ni al Pueblo de Israel, sino a los que no tenían la fe del Pueblo elegido ni esperaban al Mesías Prometido.

Está hermosamente detallado en el Evangelio de Mateo (2, 1-12), 
recibido posiblemente por el evangelista de la familia de José, ya que es en Mateo donde las comunicaciones del Ángel del Señor se hacen a José, mientras que en Lucas se hacen a la Virgen (posiblemente entrevistada por el médico griego).

Vayamos ahora directamente a la cuestión de los Magos de Oriente, tratando de responder si eran Reyes, cuántos eran, qué significación tienen las ofrendas, dones o regalos que entregaron a Jesús y la cuestión de la estrella. 
Finalmente, el fruto del encuentro con Jesús.

a. ¿Eran Reyes?

La Escritura nada dice al respecto. En el v. 1 del cap. 2 de Mateo sólo se habla de unos Magos de Oriente.

Pareciera que a los primeros teólogos no les cerraba esta cuestión de unos “magos” que visiten al Mesías, ya que el término podía parecer emparentado con el oscurantismo, la magia, la brujería o la hechicería.

Además, en los dones que le traían a Jesús, vieron cumplido el Salmo 71, o 72, según sea la tomado del hebreo o del griego, mesiánico, en que dice que los “reyes de Tarsis y de las islas, los de Arabia y de Sebá, le traerán regalos”, y “que se postren ante él todos los reyes” (vv. 10-11).

En realidad, serían sacerdotes persas, astrólogos, que habían visto una constelación que ya pasaremos a explicar.

Buscaban a Dios en el sagrario de su conciencia, y allí se encontraron con la Verdad que cambió el rumbo de sus vidas (Mt. 2, 12b).

b) ¿Cuántos eran?.

Nada dice la Escritura acerca del número.

Como tres eran los obsequios, pronto se identificó un rey mago por regalo, y así se introdujo el número de tres, aunque a veces se han hablado de cuatro y hasta de dos.

Y para hacerlo “más redondito”, se colocó uno por cada continente conocido: el blanco europeo, el amarillo achinado asiático y el negro africano.

c) El significado de los dones.

El oro era propio de los reyes, por eso se lo ofrecen a Jesús, Rey de Reyes y Señor de Señores. Rey de la vida y del corazón, de la historia y del universo. Del tiempo presente y del tiempo final. El que es, el que era y el que va a venir.

El incienso es propio de la divinidad. A ella se ofrece su aroma y se eleva nuestra oración..

La mirra es propia de la condición mortal. Con ella se ungen los cuerpos para la sepultura, y era un signo de la pasión redentora que nos salvaría por Jesús.

e) La estrella.

Según estudios del renombrado astrofísico Kepler, corroborado luego por muchos más y por los padres jesuitas, que se dedican con pasión muchos de ellos a la ciencia astronómica y astrológica, alrededor del año 7-6 antes de Cristo, se produjo una conjunción de Saturno y Júpiter en la constelación de Piscis.
Recordemos que para algunos historiadores, a raíz de errores de calendario, Jesús habría nacido alrededor del año 4 a.C. 
Por lo tanto, la estrella sería avistada unos dos años antes según corroboran los datos de los mismos Magos.

Esta conjunción se repetiría varias veces luego en el transcurso de nuestra era. 
Hace aparecer una estrella brillantísima que, yendo de Jerusalén a Belén, pareciera que se moviera (cfr. v. 9b.c de Mt. 2)

Según el significado antiguo de las conjunciones de planetas y constelación, quería decir lo siguiente, y por eso los Magos se ponen en camino hacia Palestina, a pesar de la distancia (2 años hacía que habían visto aparecer el fenómeno, según los datos proporcionados a Herodes ):

Saturno era la estrella que guiaba al pueblo que estaba en Palestina.

Júpiter indicaba un gran Rey que habría de nacer.

Y la constelación de Piscis significaba la estrella del Final de los Tiempos.

Por lo tanto quedaría así: “El Gran Rey del Final de los Tiempos iba a nacer en Palestina”.

Y acuden a adorarlo, ya que una lumbre mayor esclarecía sus mentes y corazones.

f) El cambio de rumbo.

Un apartado simple y final para la epopeya de los magos.

Habiendo encontrado a Jesús, no siguen ya sus camino, sino que cambian de rumbo para seguirlo a Él.

Nadie que se encuentre con Jesús puede seguir por el mismo camino que andaba hasta que lo encontró (Mt. 2, 12b).
Es más, Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida, y hay que andar por Él (Jn. 14,6).

Significado de la Fiesta de Epifanía.

1. Los buscadores de la luz.

Los magos representan a todos aquellos que sin una revelación explícita del Dios judeo-cristiano, sin embargo buscan la luz, la verdad, la vida, la paz, la justicia, el amor, lo bello, el bien, ya sea porque está revelado en sus religiones por las “semillas del Verbo” esparcidas en ellas (Concilio Vaticano II), o bien porque son fieles al Dios que les habla en el Sagrario de su conciencia, aún sin creer en Él o sin buscarlo explícitamente; pero sí implícitamente en los valores señalados.

2. La entrega generosa y alegre.

Los magos se llenan de alegría al ver la estrella sobre la Gruta de Belén (Mt. 2, 10), y le entregan con generosidad y desprendimiento sus dones de oro, incienso y mirra (v. 11b).

3. El cambio de rumbo. 

Ya mencionado, el encuentro sincero con Jesús produce el retornar desde Él por camino distintos (v. 12b). Recordemos que Jesús mismo es el Camino (Juan 14, 6), y en el libro de los Hechos de los Apóstoles escrito por San Lucas, el Camino será la comunidad cristiana, continuadora de la Obra de Jesús.

4. La estrella. 

Significa todos aquellos signos que nos llevan hacia Dios, incluso naturales, pero que en última instancia son también mensajes y creación suya. 
La Sagrada Escritura completa y perfecciona este mensaje (Mt. 2, 4-6), pero hay que saber descubrirlos porque la vida está llena de ellos. 
Acontecimientos, circunstancias, éxitos, fracasos, alegrías, decepciones, etc., etc.

5. Dejarlo todo. Las dificultades. 

Los magos dejaron todo para ir hacia lo desconocido ante el mensaje de Dios. 
Lo mismo hizo en otro tiempo Abraham, el padre de la fe (cfr. Génesis 12, 1-4a). 
Dejaron sus comodidades, sus palacios, sus familias, su entorno conocido, para ir hacia lo que no sabían. 
No temieron las dificultades del larguísimo camino ni, al llegar, o antes de irse, 
pasaron por la posada a descansar o se quejaron ante María y José de las seguras callosidades y dolores de los pies. 
Van y vienen guiados por esa luz interior que no les hace desviarse un ápice de su camino 
(anticipando en su actitud lo que Jesús recomendaría a sus discípulos al partir en misión:
cfr. Lucas 10, 4: “no se detengan -ni distraigan-...por el camino”).

6. El pesebre y el palacio. 

Venían a adorar a un Rey.
Lo lógico es que estuviera en un Palacio. 
Jesús es de la descendencia de David, Salomón, etc., cuna de los esplendores de Israel, por parte de su padre virginal José, por medio de quien se consideraba la ascendencia davídica 
(Mateo 1, 6.16). 
Era una casa real venida a menos, pobre. 
Que para y pare (da a luz) en un establo. 
Los magos seguramente vendrían de sus palacios de oriente, pero no se escandalizan al ver al Rey en el establo, ya que una Luz mayor los ilumina.

7. El ser “estrellas”. 

No quiere decir esto el ser o creernos los mejores, según lo entiende el mundo vanidoso. 
Significa el ser estrella para los demás como lo fue la estrella para los magos. 
Que sepamos conducirlos a donde está Jesús y luego desaparecer sin querer hacer notar el fulgor que tuvimos al conducirlos (cfr. el testimonio de Juan Bautista en Juan 3, 20: “es necesario que Él crezca y que yo disminuya” -y me apague- (n.a.).
Todo padre, educador, amigo, es en algún momento “estrella” para otro, 
con su escucha, su guía, su consejo.

La rosca de reyes.

Según sabemos, Herodes mandó a matar a todos los niñitos menores de 2 años, según era la fecha en que había aparecido la constelación astronómica (Mt. 2, 16b).

Jesús se salvó por el mensaje del Ángel a José (Mt. 2, 13), yendo para Egipto como anteriormente lo había hecho su Pueblo. 

No hay fecundidad apostólica ni vida en abundancia sin antes haber pasado por “Egipto”, signo y realidad del desierto, el sufrimiento, la esclavitud, la marginación, la opresión injusta, manteniendo en todo ello siempre la fidelidad al Señor que nos llamó, la justicia, las virtudes y los valores.

Las mujeres hebreas de Belén, para no perder a sus niños, los escondían en tinajas de harina.

Más adelante, celebraban los judíos la salvación de muchos ese día haciendo y comiendo panes ácimos para esa fecha.

La tradición cristiana, celebrando la liberación de Jesús niño en su huída que dejó desairado al perseguidor, elaboró una rosca de gustosos ingredientes: 
La forma circular de la misma significa la eternidad de Dios, que no tiene principio ni fin: Quien fue el liberador de Jesús.

Dentro de esta rosca signo del Dios eterno que salvó a Jesús Niño de la muerte prematura, se colocan uno o dos muñequitos que representan al Niño Dios, inmerso en el Dios eterno.

Las confituras, pasas, cerezas, nueces, frutas abrillantadas, que tanto nos gustan y la decoran, significan las distracciones banales del mundo, que nos alejan y separan del encuentro con Jesús.

El que encuentra al Niñito en su interior, es celebrado y se transforma en el centro de la reunión (ganó, diríamos en criollo).

Tiene esto un profundo significado:
Las distracciones y tentaciones del mundo no deben apartarnos del encuentro con Jesús, por muy bonitas y dulces que parezcan ser.

Y Jesús está inmerso en la eternidad de Dios, por más que se comunica salvadoramente en el tiempo y el espacio de este mundo, y haya penetrado por la Encarnación en la historia témporo-espacial humana.